17/6/09

Palacio Negro


Tercer parcial: Documental como denuncia

Lecumberri estaba por terminar su función en 1976, mismo año en el que Arturo Risptein consigue filmar las condiciones y protocolos que encerraban la Institución de poder más grande de México.
Las imágenes comienzan posicionando al espectador en el contexto histórico en el que se construyó la penitenciaria, durante el Porfiriato y las posteriores jefaturas que sufrió, gracias a la vasta diversidad de imágenes de archivo, el preámbulo del tema es sólido y completo.

La fotografía es impecable, aparenta en muchas ocasiones ser planeada como si siguiese una escaleta, ya que está cargada de varios plano secuencias, establishing shoots con tomas aéreas, con dos cámaras los encuadres están muy bien cuidados, y hay movimientos que parecen ser hechos con dollys.

Un recurso que emplea Arturo Risptein es dividir el documental en tres partes o tiempos, que además cuentan con escenas separadas por intertítulos, los cuales sobre explican, pues podría funcionar igual o mejor sin estos.

La primera parte muestra el proceso de papeleo innecesario para el nuevo ingreso de los convictos, mostrándose indefensos y sin que el espectador sepa nada sobre ellos, se siente una compasión pronunciada.
Las constantes miradas a la cámara son fugaces, pues los presos no parecen estar disturbados o incómos ante su presencia, al contrario es como si sintiesen que los realizadores están de su lado.
La cámara también recorre los dormitorios de los presos que cavaron un túnel y escaparon, o las paredes que cuentan con frases como la cárcel es la cuna de la revolución, o todos estamos aquí por pendejos, que reflejan la idiosincracia de nuestro país. Un México que desde siempre ha tenido estragos por la constante falta de educación.

Al igual que Titicut Follies, este documental me hizo cuestionar desde el principio, cómo es que los documentalistas hacen para lograr entrar en un mundo así, es muy valioso el proceso por el que deben pasar ambos directores para “pertenecer”, hacer que su cámara se sienta integrada y pueda pescar una realidad inaceptable para muchos y amenazante para otros.
Por lo general, Arturo Ripstein cuenta con un interés social y político muy fuerte que refleja en sus películas, intenta trazar caminos hacia la denuncia sobre problemas sociales denigrantes, que en los setentas se continuaban cargando los estragos del movimiento del 68, la represión y la amenaza se encontraba en todas partes.
En el caso de Lecumberri, el director ofrece el punto de vista de los prisioneros, que saben cómo sus valores se atacan y sus miedos se elevan, mas no podían hacer nada. La convención de la voz en off, narra para explicar y describir su propia experiencia, con un tono desconsolado que refleja la verdad en las imágenes. El documentalista eligió tomar el camino de la voz en off, para reforzar la imagen de la locación real con los personajes reales, es un entrelazado con la verdad, aunque la voz no sea diegética en todo momento, se siente sólida y se escucha transparente.
Por otra parte, el trabajo funcionaba para extorsionar a los presos, imponiendo el mensaje de que “el trabajo nos libera”, cuando en realidad lo que nos libera es la cultura y la educación. Es muy frustrante saber que los presos tenían que pagar por utilizar los servicios del baño, por las visitas, cuando hay un mensaje en la pared que claramente lo refuta.
Una de las tendencias de Michael Renov con la que embona mejor Lecumberri, es la de revelar y testimoniar una situación social que merece ser vista desde adentro, porque inundado entre telarañas, la penitenciaria es tan corrupta e injusta como la vida en la calle.

Un error garrafal de las prisiones de antaño es el procedimiento de juntar a los “iguales” , como por ejemplo los que cuentan con delitos sexuales, o los “rateros”, pues es una alimentación insana de mentes que se saben culpables pero que no se sienten solos y que lo más probable es que nutran sus instintos criminales, al contar con una especie de apoyo inconsciente.
Viviendo en una aldea similar a la del “Gran Hermano”, la voz narra: “uno que entra aquí, se vuelve culpable aunque no se haya robado nada”, pues la represión y humillación son los principales motores de los vigilantes.

Otra similitud entre Palacio Negro y Titicut Follies es que ambas muestran a la autoridad como inherente a discernir entre el poder y su abuso, teniendo una cámara que registra sus atrocidades no parece importarles, es una situación que incomoda y tensa al espectador, porque se convierte en el testigo de una situación inaudita.

Por otro lado, un elemento muy recurrente en las películas de Risptein es la música de corridos, en este caso ensalza increíblemente el contenido del documental, primero que nada por que es otra voz que va narrando la experiencia de un prisionero, y en segundo lugar porque muchos de los prisioneros seguramente eran muy aficionados a este tipo de música folklórica.

Una película comercial pero que propone una idea interesante es “the experiment”, puesto que pasa de la realidad a la ficción, surgiendo de un experimento sociológico en el que se invierten los papeles, dándoles el poder a los presos de simularse cómo la vigilancia y convirtiendo a la autoridad en los presos, los resultados son impresionantes.

Alcatraz también fue en su momento, una prisión muy famosa pero el caso más interesante en la historia de ésta es la de Frank Lee MOrris, quien desde antes de ser convicto ya había estudiado el sistema y el funcionamiento de la prisión, ya estando dentro planeó brillantemente su salida y lograda escapatoria, una película que lo refleja muy bien es "Escape from Alcatraz", que nuevamente la ficción parte de la realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario


Seguidores

Datos personales